Zygmund Bauman tiene un marca personal impresionante y, la huella que ha dejado en la sociedad de hoy en día es indeleble, esto es indiscutible. ¿Quién no ha leído o se ha interesado por el concepto de “sociedad líquida”?
En eso estaba yo una mañana a eso de las 6:00, leyendo una entrevista que le hicieron en La Vanguardia sobre el tema de la globalización. Y, a las 21:00, me entero a través de Facebook, de su fallecimiento, “gran ironía líquida” como dice Guillem Recolons.
Confieso que me quedé un poco descolocada, y recuperé notas y apuntes de todo lo que aprendí durante estos dos últimos años.
Un mundo en constante cambio
Si, Bauman o, mejor dicho su concepto de liquidez social, era una de las razones por las que el desarrollo de la marca personal era, casi casi, una necesidad. Un medio para adaptarse a un mundo en cambio constante.
¿Seguimos buscando un orden en el caos? Seguramente si, pero quizás no en el mundo exterior sino en nuestro interior, en lo que somos como individuos. En ese sentido, descubrir o estructurar sobre papel nuestra marca personal, nos ayuda a tener una hoja de ruta personal que, a falta de un “pater omnipresente”, nos sirva para motivarnos a seguir hacia delante en los momentos de flaqueza.
Lo fundamental pues no es seguir un orden establecido, unas normas universales que nos aseguren que lo estamos haciendo bien, que vamos por el camino correcto, sino saber dónde vamos y por qué.
¿Individualismo llevado a la enésima potencia?
¿Yo, yo, yo y nada más que yo? Muchos lo interpretan de ese modo: “….definición de “hombre light” de Enrique Rojas, definido con cuatro características: hedonismo, entronización del placer; consumismo, acumulación de bienes: se es por lo que se tiene y no por lo que se es; permisividad, todo vale; y por último, relativismo, donde nada es bueno ni malo y en última instancia todo depende del pensamiento de cada uno.” (En revista Esfinge por Cinta Barreno).
Es posible, si, que estemos en la era de los individualistas, y de eso nos advierte Jordi Collell, diciéndonos que: “Las personas somos seres sociales y nuestra identidad cobra sentido en la medida en que está en contacto con otras identidades, con otras personas. Sin alteridad la palabra identidad carecería de sentido.” Lo mismo nos decía Zygmund Bauman hablando del amor: “El amor es la supervivencia del yo a través de la alteridad del yo.” (La Vanguardia)
“Alteridad”, una de esas palabras que puede costar aprender, por lo menos a mí. Según el RAE, es “la condición de ser otro”. No me aclara mucho la verdad… Otras definiciones sí: ponerse en el lugar del otro, cambiar tu punto de vista por la del otro, de manera que puedas llegar a un acuerdo o a comprenderlo mejor.
Mirando al exterior
Cuando desarrollamos nuestra marca personal y, definimos nuestra “misión”, como queremos llevar a cabo nuestra “visión” y, cuando vamos a desarrollar nuestro proyecto de vida, es verdad que miramos hacia el exterior. Tratamos de ver en qué medida, lo que queremos aportar a los demás (nuestro mercado, potenciales clientes), puede ser útil y valorado. Tratamos de presentarnos lo más seductores posibles y buscamos una estrategia para dar visibilidad a nuestra propuesta de valor.
Mercado, clientes, seducir, estrategia….. un sin fin de palabras con una doble cara:
- Mercado: consumismo exacerbado, vender, dinero, acumulación de bienes…. Per también “los otros” aquellos a los que podemos solucionar problemas. Todas esas personas a las que podemos ayudar en algún sentido.
- Clientes: los que tienen el dinero (potencialmente), aquellos a través de los cuales, podemos conseguir subsistir, pero también, esa parte de los “otros” que tiene una necesidad que podemos solventar.
- Seducir: seducción, persuasión, …. ¡No! Hacer comprender nuestra propuesta de valor.
- Estrategia: “engatusar”, manipular… ¡Tampoco! En un mundo sobre-cargado de información, con millones de personas lanzando propuestas, opinando, seduciendo, buscar la manera de que las personas a las que queremos llegar nos oigan.
Conclusión
Para mi, el verdadero valor del personal branding, está en que desarrollando la marca personal, podemos conseguir una guía para desarrollar proyectos de los que estemos realmente convencidos. Nos recuerda que podemos aportar soluciones que puedan cambiar nuestro entorno, a través de lo que mejor sabemos hacer. Nos mantiene a flote cuando la cosa pinta mal, porque creemos en nuestras contribuciones al bien común, que estemos convencidos de que lo que proponemos es lo mejor que podemos dar de nosotros mismos.
Si intentamos con todas las argucias imaginables, “manipular al otro para que nos compre” algo de lo que solo sacaremos dinero, nos quedamos a medias. El verdadero fin, de desarrollar nuestra marca personal, desde mi punto de vista, es que “si nos compra” la propuesta (producto…), habremos proporcionado algo nuestro o, creados por nosotros, que le haga la vida más fácil, más cómoda, o más placentera. Eso si compensa el esfuerzo puesto en nuestro trabajo, lo valida, le da una razón de ser.
¿Qué te da mayor satisfacción personal, pagar tus facturas o ver que gracias a tu trabajo, las cosas mejoran?
Gracias por leerme. Hasta pronto.
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